El que se va sin que lo boten, vuelve sin que lo llamen.


Duele, pero así es.

Nuevamente estoy aquí, forzándome a la regularidad que implica parir y mantener un nuevo blog con un relato semanal, luego de haber matado de hambre al primero.

Nunca dije porque me fui, pero en Setiembre pasado me diagnosticaron Síndrome de Asperger-Adulto y el mundo se me vino encima. De pronto, todo tenía sentido. Un amargo, doloroso y triste sentido. Necesitaba descansar, meditar, intentar vivir-en-el-mundo, reinventarme.

Por su puesto, aún estoy lejos de lograrlo. Hay demasiadas cosas que me hubiera gustado hacer, decir, tener. Tantas veces caminé kilómetros hasta una puerta, para luego al llegar, dar media vuelta y volver.

Pero ya no es momento de autocompasiones, la vida es así y hay que adaptarse.

Es cierto que pude haber retomado el blog anterior ¿pero para qué? ¿Para sentirme tentado de re-publicar viejas historias para salir del paso? Mi extrema preocupación por publicar algo que sea por lo menos aceptable en términos ortográficos, de estilo, construcción y argumento hizo que eliminara cientos de historias para terminar echando mano a lo ya publicado, confiando en la mala memoria de los lectores. Eso no pasará (otra vez).

Además, siempre he tenido la horrible costumbre de autodestruirme cuando las cosas van bien. En otras palabras, siempre estoy a punto. A punto de ser sociólogo, a punto de ser médico, a punto de ser músico, y ahora, a punto de ser abogado.

Muchas gracias a los que no me olvidaron, y que desde la lejanía de las teclas de una PC siempre preguntaron por mí, aunque sea para convocarme a foros y simposios.

¡Ahora sí, dejemos el melodrama y a escribir!

Todo vuelve a empezar.