Aborto y condena (4ta. Parte)


Miércoles 12 de Mayo, 9pm.

Paro general por la aplicación del tratado fronterizo entre Perú y Ecuador. Las calles lucen decoradas con vidrios rotos, troncos y arena. Víctor está de viaje y no regresa hasta el próximo miércoles. De todas formas tuve dudas de contarle mi problema. Indiscreto. Estos días he ido a dos farmacias, y en ambas me dijeron lo mismo, luego de clavarme la mirada como si fuera un criminal: “Necesito la receta”. Pamela ha tenido el poco tino de ir a Inka Farma, donde de plano la dependienta apuntó con el índice a un artículo de Perú21 pegado en la vitrina: “Trescientos sesenta mil soles de multa para las boticas que vendan sin receta”. La pobre ha salido más avergonzada.

Superando todo su pudor, le ha contado a Ericka, abriéndole el alma, y la muy puta le dijo que no podía ayudarla porque tenía miedo de que le pase algo y no quiere ser responsable de nada. Una obstetra cojuda, cobarde o egoísta. Da lo mismo. Pamela le imploró que al menos le facilitara una receta de entre sus colegas o de algún doctor, y ella casi a regañadientes le arrojó una del 2008, prescribiendo Metergin y ampicilina.

Si no hubiera averiguado por mi cuenta, estaría muy tranquilo comprando lo que ella prescribe, pero estos días me he quemado las pestañas leyendo todo sobre farmacología. Metergin es un fármaco usado luego del aborto, y en caso de que éste sea incompleto, y la ampicilina es para prevenir una posible infección. En otras palabras, nos había mandado al desvío. Lo que necesitábamos era el bendito Misoprostol, en su versión comercial, Cytotex. Ya sabíamos que valía diez soles cada pastilla, pero en cuanto a la dosis hay mucha divergencia. Algunos dicen que dos orales y dos vaginales, otros opinan que cuatro y cuatro, otros que tres orales cada tres horas por tres veces, en fin, toda esa nube de opiniones por los pocos estudios que se han hecho del aborto con Misoprostol.

¿Por qué? Porque el aborto con Misoprostol es el aborto más misio que hay, el más doloroso, el que tiene más bajo porcentaje de éxito (65-80%) pero el único que está a la mano aquí en Perú. En los países donde el aborto es legal, se usa el Misoprostol junto con otra pastilla llamada Mifepristona. Juntas elevan el porcentaje de éxito al 99%, existen amplios estudios sobre su uso, la dosis es exacta y el proceso no es tan doloroso como con el Misoprostol solo. Desgraciadamente, la Mifepristona está prohibida en el Perú por ser una pastilla exclusivamente abortiva. El Misoprostol en cambio, es usado en el tratamiento de las úlceras gástricas, por lo que puede venderse previa receta médica.

Así que Pamela tendrá que resignarse a abortar como la mayoría de mujeres peruanas: a ciegas, con una dosis incierta, haciendo de tin marin en el número de pastillas y con un fármaco inventado para las úlceras, una medicina de contrabando. Más de uno me dirá que se lo merece por querer matar a un ser humano, a todos ellos les digo: váyanse a la mierda. Si a la Iglesia Católica le preocuparan los pobres como pregona, estaría a favor de los condones, los anticonceptivos y el aborto en las primeras semanas, porque sencillamente así no habría tantos. Además su posición frente al aborto es relativamente nueva. El propio Tomás de Aquino pensaba que el embrión no tenía alma y que el aborto no era un homicidio. Me avergüenza la hipocresía de tantas mujeres de edad madura que se oponen al aborto y sin embargo llevan consigo un par de bajadas bajo la falda. ¿Es que así es como preferimos vivir? ¿Condenando el aborto en público y recomendándolo en secreto a nuestros parientes? Esas cosas me enferman. Lo que tienen es miedo. Miedo de que si la ley lo permite, las mujeres empiecen a abortar en masa, como si fuera un asunto de represión sicológica. Nada de eso, las mujeres han abortado desde siempre y lo seguirán haciendo con prohibiciones o no, lo único que cambiaría es que tendrían acceso a un aborto controlado y supervisado por un profesional. Antes de que tuviéramos este problema escuchaba a tanta gente decir que había abortado alguna vez en la vida, tantos guiños de amigas que afirmaban estar embarazadas pero el bebé “se les cayó”, tantas promesas de ayudarnos con el número de un médico cuando nos encontremos en un trance semejante, que cuando al fin nos ocurre, todos miran a un costado y rehúsan meterse porque “no quieren ser responsables”. Malditos hipócritas, cucufatos de pacotilla.

Estoy en el cuarto de Pamela, mirando desde su cama el cielo raso de triplay blanco descascarado. Por la tarde intenté falsificar una receta en la computadora, con resultados deprimentes. Ahora está de camino al hospital en el que trabaja Ericka, ya no para pedirle ayuda, sino buscando a un amigo, un doctor que dizque bebía también de su aliento a rosas y jazmín. Su misión es nuestra última esperanza. Ha querido darme algunos detalles, pero le pedí que no lo hiciera. Es mejor no saber para no cuestionar.

Cuando escucho el giro de las llaves, mi corazón empieza a galopar de súbito. Ella aparece sonriente, es una buena señal. Deja la cartera en la silla y se sienta al borde de la cama.

-Ya está-grita medio nerviosa.

- ¿Ya está qué?- pregunto retomando mi habitual galanura.

-Ya estamos jodidos. No, mentira. Bueno, no encontré a Saavedra, pero el doctor que estaba de turno resultó ser su amigo y fue muy amable, así que para no venir en vano, me animé a pedirle ayuda. Le dije que estaba estudiando Derecho, y que en el curso de Medicina Legal nos habían pedido un modelo de receta, así que necesitaba una, de cualquier medicina, y que en reverso explicara en pocas palabras para qué sirve.

-¿Y te atracó?

-Claro que sí pues, si yo debí ser actriz.

-Lo sé, eres la reina del drama.

-Ay no seas antipático, además no me quedaba de otra, ya que tú ni siquiera fuiste capaz de conseguir las pastillas. Por dentro me cagaba de miedo ¿pero qué iba a hacer pues?

-Continúa.

- Y ya pues, me sonrió comprensivo y sacó su recetario con el logo del hospital, pero luego dijo “mejor te voy a dar el de mi consultorio particular, que es más bonito” y yo sonreí. Me preguntó qué quería que pusiera y yo le dije que me prescriba lo más fuerte que haya para la úlcera gástrica, con la tenue esperanza de que pusiera Misoprostol. Pero puso el nombre de otra medicina, y atrás escribió para qué sirve.

Me extendió el papel y esta vez no la dejé en el aire, luego continuó:

-Ahora te toca. Queda mucho espacio en blanco para que completes la receta con la mejor de tus imitaciones. Por si acaso le pedí dos, así puedes practicar mejor.

Mi respiración entrecortada fue más evidente al sostener la prescripción en mis manos. ¿Será verdad tanta belleza?

-Has sido muy valiente-dije como reprochándome a mí mismo.

-Es para demostrarte que yo también quiero hacerlo. Dame un abrazo.

Me dejé abrazar por unos instantes, dubitativo. Luego me separé.

-¿Vas a hacerlo esta noche?

-Walter hay un problema: mis tías están hablando de mí, dicen que parece que estuviera embarazada.

-Seguro fue Ericka, o sea encima que no te ayudó, ahora está de chismosa.

-No creo que haya sido ella. Es bien discreta. Es mi tía Zoila. Ella siempre se ha dado de adivinadora, cada vez que ha dicho que alguna sobrina está embarazada, resultó siendo cierto. Todas le tienen un respeto de bruja porque nunca falla, y el domingo pasado ha dicho que yo estoy embarazada, que se corta un dedo si es que no estoy embarazada.

-Pucha cana.

-Y lo peor es que mañana me esperan en el cumpleaños de Carla porque quieren el RPM para hablar con mi mamá a Lima. Ahí seguro le va a contar. Si no voy, van a sospechar peor.

-Pero qué viejas para metiches. ¿Acaso te dan de comer?

-No, pero no quiero que mis padres se enteren.

-¿Acaso tus padres te dan de comer?

-Ay ya sé que no, pero de todas maneras, no quiero fallarles como hija. Además me obligarían a tenerlo y a casarme con cualquiera. Y si no eres tú, no quiero casarme con nadie.

-¿Y por qué te van a obligar?

-Tú no entiendes Walter. Sea como sea son mis padres.

-Tienes razón. No entiendo ni nunca entenderé. O tu amor de hija es demasiado sublime, o eres una cojuda sin remedio. ¿Cuándo lo haremos entonces?

-Lo haríamos hoy, pero no sé, mi mamá cuando abortó…

-¿Tu mamá también?

-Bueno sí, pero sus motivos no tienen nada que ver con los nuestros. Ya éramos tres y no quería otro hijo más. Pero bueno, te decía que cuando ella abortó tuvo mucho dolor y estuvo en cama una semana. No sé como reaccionaré yo. Primero tengo que visitar a mis tías y hacerles ver que todo está bien. Luego de eso…

-El viernes entonces.

-Creo que sí.

-Está bien. Pero ten en cuenta que el viernes cumples nueve semanas. Vas a estar al límite.

-Todo está al límite. Me siento al borde de dos caminos que me llevarán a lugares opuestos.

1 comentarios:

Mily 10 sept 2014, 20:32:00  

Es asesinar y punto, que se tenga que hacer corre a la conciencia de cada quien y el motivo por el que se hace es fundamental para poder juzgar, porque a veces es bien fácil prevenir "el error" y otras no. Pero ese medicamento no solo es para matar, puede servir para otros problemas en el útero (salvar vida) o hasta intentar detener levemente el avance del cáncer y por la culpa del supuesto abuso del mismo (porque da cólera ya que un embarazo de pareja no deseado se puede evitar si se aguantan solo un cuarto de hora para planificar su faena) haciendo que sea difícil encontrarlo en la farmacia, este debería venderse pero las parejas deberían ser más responsables y usarlo en casos de violación o enfermedades; para abortos luego de pasarla bien sin pensarlo no es algo razonable a menos que a pesar de los esfuerzos suceda, pero casi nunca es el caso y por eso todos pagan su ausencia, incluso los que intentan salvar una vida :(.